La mano pequeña lame el suelo, en busca de tornarlo cielo. Juega la mano a ser mano, a ir dando a la arena cuerpo y va dejando un rastro audaz de uñas y dedos. -Las olas marchan solas, los dedos no, van bailando, ¿cuándo y cómo? Yo lo quiero- cuenta la niña a gaviotas. Va la mano siguiendo a la mar, se bambolea y rema, zigzaguea y sueña ser un delfín que navega.
Las uñas imitan mar, cuando sube, cuando baja en su eterno retomar, de un aliento a otro aliento, cuando escapa de la costa o levanta y desemboca; la manita sigue a todo, tan contenta contra el viento, cae y sigue su juego.
Pasa la mano niña por un vestido rugoso, se zambulle por allí, salta luego por aquí, se mueve cual si fuera un péndulo, que lineal fluye, va corriendo. Rima la mano en su sueño y afuera las olas suben y el sol se evade del cielo.
Ruidos de palmas se frotan, para dejar lo robado a la arena, ahora, y otra mano mayor se avienta, clara y llama a la manita pequeña. La manita se despide con la palma hacia la ola, que le contesta rugiendo, tan mansa y tan matadora. Se junta la mano madre con la otra sin reloj y se apartan las dos a tiempo, ya la hora terminó.
maanniitoooosss
ResponderEliminar