EL ARRANQUE

Un sentimiento
Con distintas expectativas el sábado 21 de agosto un pequeño grupo de vecinos y amigos de El Pinar comenzamos con la compañía y orientación de Walter una experiencia de intercambio de conocimientos, sueños y emociones entorno a la cuestión literaria. ¿Qué saldrá de todo esto? Lo iremos descubriendo en la medida que vayamos avanzando. Probablemente nazcan cosas que no imaginamos.































































martes, 14 de septiembre de 2010


LA CABEZA
El cielo amaneció despejado. Hacia el medio día me senté en el jardín y comí bajo la sombra del sucará. Estaba distraído, no podía concentrarme. Me serví un té de yuyos, tomé un libro y no lograba avanzar más de dos renglones. Giré la vista hacia una flor, el ruido de un motor atrajo mi atención, volví al libro recorriendo los mismos dos renglones.
Barrí con la vista los canteros llenos de flores de un lado y otro. Sin proponérmelo mi atención se fijo en una cabeza. Era una cabeza moldeada en yeso a la que se había llenado con un material duro. Ella emergía entre un matorral de violetas. Se trata de la cabeza de una mujer. Erguida, apoyada en su fino cuello, estirado y elegante, cubierto lateralmente por el cabello que caí como una cascada resaltando su belleza.
Su boca carnosa apoyada sobre el mentón, transmitía fuerza. No expresaba tristeza, ni alegría, era como un lugar desde el que podía imaginar brotar palabras sensatas y reflexivas.
Su nariz afilada me llevó a un par de ojos penetrantes que custodiaban el pasaje a un amplio y sereno espacio: su frente.
Cuando mi atención se detuvo  en el lado izquierdo de la cara, tropecé con una escalera cuyos peldaños me trasladaron al pabellón de su oreja. Primero recorrí cinco escalones, llegué a un descanso desde el que girando mi cabeza observé todo el jardín. Otro tramo de ocho escalones me plantaron frente a una abertura. Penetré en ella y me encontré con espacios y tabiques que me conducían por un laberinto. Diminutos huesos entrelazados, una membrana, conductos simulando un caracol, una forma de trompa, me hacían vibrar en diferentes tonos, deslizándome por ellos como en un parque de diversiones.
No sé cuantas vueltas di, ni tampoco el tiempo que estuve en ese misterioso escenario. Fue disfrutable y me llenó de sensaciones que nunca había experimentado. Lo cierto que en un momento caí hacía el vacío, rodee por unos tubos, fuentes como de marfil y zonas blandas carnosas con textura gelatinosa. Por fin llegué a algo que era el espejo de mi entrada anterior. Se repitieron mis peripecias en un sentido inverso, saliendo en esta oportunidad por el pabellón del oído derecho.
Cuál fue mi sorpresa, cuando al salir buscando una escalera que me permitiera descender al cantero, me encontré con una mujer desnuda que trepaba valiéndose del cabello que caía de ese lado. El desconcierto fue tal que perdí el equilibrio y fui a parar a un pequeño estanque circular que posaba en el hombro derecho de aquella cabeza.
Luego de mojarme, sacudirme y salir del recipiente, miré el jardín me parecía diferente, sentí su calidez, su reparo, los colores y perfumes de sus flores llenaron mi cuerpo. Me senté en la silla, mire de reojo a la cabeza que con un guiño expresó su complicidad. Tomé el libro y me puse a leer.   

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